Son funcionales, no son oscuras
- Jaime Santana
- 17 jun
- 2 Min. de lectura

Adriana Agudo Vicci
Solemos llamar “negativas” a emociones como la tristeza, el miedo, la rabia o la culpa.
Las apartamos, las escondemos, las evitamos. Pero ¿y si te dijera que esas emociones no están en tu vida para hacerte daño, sino para ayudarte?
Seguro que ahora las verías con otros ojos porque las emociones equivocadamente llamadas negativas, identificadas con ese efecto oscuro y perjudicial, son todo lo contrario: son funcionales.
Esto significa que tienen una razón de ser. Cumplen con un propósito. Están ahí para protegerte, orientarte y ayudar a adaptarte a cada circunstancia.
La tristeza no te debilita, te conecta
Sentir tristeza cuando algo duele no es un fallo del sistema. Es la forma que tiene tu cuerpo y tu mente de decirte: “esto te importa”. La tristeza nos permite parar, procesar lo que pasó, y buscar consuelo. No es debilidad. Es humanidad.
El miedo no te frena, te protege
El miedo no es tu enemigo. Es tu sistema de alarma. Gracias a él detectamos peligros y nos preparamos para actuar. Sin miedo, tomaríamos decisiones arriesgadas sin medir las consecuencias. El miedo cuida tu vida, aunque a veces necesite que lo escuches con calma.
La rabia no es violencia, es defensa
La rabia aparece cuando algo que valoras se ve amenazado. Es una energía que te impulsa a poner límites, a decir “esto no está bien”. Es natural sentir rabia. El problema no es sentirla, es no saber cómo expresarla sin dañar. Pero en su esencia, la rabia es fuerza que protege.
La culpa no castiga, orienta
Cuando sentimos culpa, nuestro cuerpo nos está señalando que algo no encaja con nuestros valores. No es un castigo: es una brújula ética. Nos ayuda a reparar, a crecer, a actuar de otra manera la próxima vez.

Entonces, ¿por qué las han llamado negativas?
Tal vez porque incomodan. Porque a veces duelen. Pero no todo lo incómodo es malo. Estas emociones nos hacen más conscientes, más humanos, más capaces de afrontar la vida.
La clave no está en evitarlas, sino en entenderlas
Sentirlas, dedicarles tiempo, comprender por qué están allí no te hace débil. Más bien te muestran quién eres y qué necesitas.
Quédate con esta clave: trata de entender por qué aparecen en ese momento determinado y no te sueltan. No las evites ni escondas. Escucharlas puede ser el primer paso para sanar, para actuar mejor, para vivir más conectado contigo mismo.
La próxima vez que llegue una emoción “negativa”, cámbiale el nombre, identifícala como desafiante, inconforme, inesperada, curiosa, diferente, persistente. Y, sobre todo, no le cierres la puerta.
Pregúntale qué viene a decirte. Porque, recuerda, son funcionales y están de tu lado.
Instagram: @_mochiladeemociones
web: grupocieg.org
El contenido de los artículos de BienEstar allá donde vayas, son meramente orientativos. Siempre recomendaremos el asesoramiento directo y personal con un profesional en el área.
留言