Sergina nunca dejó de luchar
- Jaime Santana
- 12 abr
- 3 Min. de lectura

Martha Alejandra Cobos C.
Buenos Aires
Sergina Anunciación da Boa Morte nació en São Paulo en 1948; es una brasilera llena de vida que representa a su país con orgullo, llevando siempre su vestido lleno de colores y su bandera, que la hacen dueña de cualquier escenario. Ella representa a la mujer migrante y luchadora.
Desde niña ha estado involucrada en el arte, creció en el barrio Vila Buenos Aires, rodeada de música, teatro y cultura. Sin embargo, nunca imaginó que un simple comentario impulsivo en un ensayo teatral le cambiaría la vida.
En un descanso de la obra en la que participaba, escuchó a la directora decir que tenía los pasajes para una gira en Rusia, pero que le faltaban artistas. Sin dudarlo, dijo: "Si vos querés, yo voy". Fue una decisión que tomó sin pensarlo, que la llevó a formar parte de un festival que la mantuvo viajando por dos meses, representando a América Latina en distintos escenarios.
Luego de esa exitosa gira, un encuentro inesperado la trajo a Buenos Aires. El guitarrista Raúl Barboza le propuso conocer la ciudad, pero ya había decidido por ella algo más: la recomendó como bailarina para la cantante colombiana Leonor González Mina sin siquiera consultarla. Atrapada entre la sorpresa y la incertidumbre, aceptó el cambio de rumbo.
Pero luego, en Buenos Aires, el mismo guitarrista le pidió todo su sueldo con la excusa de cambiarlo por moneda local, y desapareció con el dinero.
Sola y sin nada en el bolsillo, se quedó encerrada en un hotel, con miedo de salir a la calle. Le habían hablado sobre el racismo y los peligros de un país que no conocía, pero el hambre fue más fuerte. Así fue el inicio de su lucha por la supervivencia.

El 26 de octubre de 1971, con tan solo 23 años, la tragedia golpeó de nuevo. Tuvo un accidente que la dejó gravemente herida y su rostro quedó irreconocible. La hospitalizaron en el hospital Ramos Mejías y allí contó con la ayuda y el cuidado de una enfermera llamada Nelli, a quien recuerda con cariño y siempre le estará agradecida por haberla cuidado. A pesar del dolor y la soledad, no se dio por rendida. Poco a poco, fue reconstruyendo su rostro y su vida.
Trabajó en casas de familia, en talleres de costura y, gracias a la Embajada de Brasil, consiguió volver al mundo del espectáculo. Actuó en festivales, participó en programas de televisión y llegó a presentarse en el prestigioso Almuerzo de Mirtha Legrand. Su talento y su determinación la hicieron brillar con luz propia, pero su vocación iba más allá del escenario.
Con el tiempo su compromiso con la comunidad afrodescendiente y con los derechos humanos la llevó a fundar el 21 de abril de 2003 la Asociación Cultural Argentino Brasileña A Turma da Bahiana, que lleva a cabo actividades socio culturales por el reconocimiento de los pueblos originarios afros, LGTB, danza y música brasileña entre otros.
Coordinó la Mesa de Afrodescendientes en el Senado y, en colaboración con el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, impulsó eventos como Afrovoces. Su labor social se ha extendido a quienes más lo necesitan: personas en situación de calle, migrantes y comunidades vulnerables.
Hoy con 76 años y más de cinco décadas en Argentina, sigue demostrando que su historia es testimonio de resistencia, pasión y entrega. Formó una familia, enfrentó el dolor de la viudez en 1998 con cinco hijos a su cargo, pasó hambre y durmió en la calle, pero nunca perdió la esperanza. Hoy, con dos nietos, agradece lo bueno y lo malo de la vida.
Hoy vibra y continua más alegre que nunca, "La vida es hermosa, con todo lo que trae", dice con orgullo la actriz, cantante, ama de casa, madre, abuela, pero, sobre todo, una mujer que jamás ha dejado de luchar.
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