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Emigrar con ojos de niño: otra realidad

Adriana Agudo Vicci. Grupo Cieg www.grupocieg.org

@mochiladeemociones


Sabemos que las cosas son diferentes según quien las mire. Premisa que se aplica por igual a los niños.


La experiencia de adaptación puede variar drásticamente dependiendo de la edad con la que uno cruza fronteras y comienza una nueva vida.


En esta oportunidad vamos a pasearnos por la experiencia de migrar, bajo la perspectiva de un niño.


¿Te vienes?

Trata de imaginarte a ti de 59, de 25, de 12 o de 6 años iniciando una nueva vida en el exterior. ¿Crees que tu percepción y tu conducta serían iguales en cualquiera de estas fases?


En este momento para la lectura, tómate unos minutos para pensar. Identifica argumentos, en caso de que tu respuesta fuera “sí” y también para el caso de que fuera “no”. Y habrás descubierto el resto del artículo.


Para los niños emigrar es como entrar en un mundo nuevo y emocionante. Aunque a veces también, lo que es natural, puede que les asuste un poco.


Solo que la perspectiva de los niños ante la nueva realidad es asertiva. Como lo es en todo aquello que observan y que experimentan. Ellos ven el mundo con una curiosidad simple, entregada, abstracta, sin condiciones, sin prejuicios.


Las pocas experiencias de los niños, producto de sus cortos años de vida, les impide temer al futuro, a las nuevas amistades, al rendimiento escolar.


Estas habilidades les ofrecen un mundo de ventajas que pueden resumirse así:


·       Adaptación inmediata a las formas, lenguaje coloquial y costumbres. Tanto, que serán quienes te enseñen nuevas maneras de decir las cosas, y el significado de algunos gestos y comportamientos.

·       Aprenden con gran rapidez el nuevo idioma. Sus cerebros son similares a una esponja, capaces de absorber nuevos idiomas con una facilidad abrumadora. En poco tiempo, serás tú quien aprenda de ellos.

·       Se relacionan y comparten con facilidad y confianza.


Nosotros los adultos, basamos nuestros comportamientos en las experiencias vividas.  Los niños, en cambio, no poseen ese abanico de vivencias en las que se fortalecen las pretensiones, los juicios o las previsiones de un futuro. No tienen aspiraciones, no juzgan, no se adelantan a los acontecimientos.



Los niños se permiten aceptar la nueva realidad sin prejuicio. Esa habilidad es lo que les facilita la adaptación.


La flexibilidad de adaptación los hace que se mantengan abiertos a lo que pueda acontecer, lo que incluye el cambio que están viviendo. Todo es una novedad, se nutren de ella y lo viven con curiosidad y gran desenvoltura. 


¿Podríamos aprender nosotros algo de ellos?


El contenido de los artículos de BienEstar allá donde vayas, son meramente orientativos. Recomendamos, en caso de requerirlo, el asesoramiento directo con un profesional en el área.

 

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