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El migrante más universal

  • Foto del escritor: Jaime Santana
    Jaime Santana
  • hace 12 minutos
  • 1 Min. de lectura


Angela Ameruoso

Italia


 

Jorge Mario Bergoglio, al mejor estilo de un deportista, tenía varios récords. Fue el primer Papa formado y graduado de sacerdote de la Compañía de Jesús (congregación fundada por San Ignacio de Loyola), conocida popularmente como los jesuitas.

 

Además, fue el primer Papa que nació en el continente americano, y el primero no oriundo de Europa desde Gregorio III, en el siglo VIII.

 

Jorge Mario fue hijo de inmigrantes italianos que se radicaron en Argentina, huyendo de la I y II Guerra Mundial. Era técnico químico, docente en literatura, psicología y teología.

 

Al escoger el nombre de Francisco para ser conocido como Papa, rindió homenaje a San Francisco de Asís y lanzó un claro mensaje al mundo católico de lo que sería su papado, sólo que este gesto no fue captado en un primer momento por sus críticos.

 

Sus documentos y actitudes de apertura hacia “los últimos” comenzaron en los barrios de su natal Buenos Aires, al sentar en los primeros bancos durante las misas a los pobres, los refugiados, los inmigrantes, homosexuales, reos y transgéneros. Esta misión de no permitir que se sentaran en los últimos asientos de la iglesia, la llevó hasta El Vaticano.

 

Durante los 12 años de su pastoral, Jorge Mario Bergoglio fue fiel a la Compañía de Jesús, en la medida que los estrictos estatutos canónicos se lo permitieron.

 

Pero al católico de a pie, no le interesan esos estatutos. Tal vez por eso, la frase que más repitieron los feligreses en su funeral fue: “Nos sentimos huérfanos de la última voz universal”.

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