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El del Subte

  • Foto del escritor: Jaime Santana
    Jaime Santana
  • hace 3 días
  • 1 Min. de lectura


Antes de ser el Papa, fue el Padre Jorge.

 

Así lo recuerdan y le llaman sus feligreses y conocidos del barrio Flores en Buenos Aires.

 

Era hijo una familia de migrantes. Y esta condición la dejó clara en la Casa Blanca, cuando fue invitado por el presidente de Estados Unidos, y expresó su alegría “de ser un invitado en este país que fue construido principalmente por familias de inmigrantes”

 

Era un seguidor del equipo de fútbol San Lorenzo, oncena que llevaba en el corazón y que tanto le hacía sufrir cuando perdía ante sus rivales. Su padre, Mario, trabajaba en el ferrocarril, y su madre, Regina, se ocupaba del hogar.

 

Cuando salió electo Papa, sus vecinos y conocidos de las iglesias lloraron de emoción y de orgullo. También de sorpresa. Era el padre Jorge, el que iba a todos lados en Metro (el Subte), el que tomaba mate con ellos en las esquinas, el que abrió las puertas a los más excluidos de la sociedad, el que nunca había vivido ni trabajado en Roma.

 

Su muerte, provocó una ola de homenajes formales y espontáneos en Argentina.

 

Las iglesias del país abrieron sus puertas para recibir a fieles que acudieron a rezar por el alma del Papa Francisco. En las calles, por su parte, lloraban y despedían, al Padre Jorge, el de los barrios, el que tomaba la línea 60 del Subte, el que defendió y representó desde El Vaticano el país más pequeño del planeta a los millones de migrantes del mundo.


Marlenis Castellanos

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