y… ¿por qué BienHallados? Cuando nos dan la bienvenida, agradecemos de diversas formas, la cortesía de ser recibidos. En los diccionarios, uno de los formalismos es responder con un “Bienhallados”. Con esa palabra dejamos constancia de la alegría de nuestro encuentro con el otro, de las propuestas que migrantes portamos en la construcción del porvenir de un futuro en común
Mi nombre es Ana Laura Bisonni, tengo 53 años y hace 22 años llegué a vivir a España, con mi marido, mis tres niños pequeños y la billetera vacía, pero un corazón cargado de ilusiones y sueños…
No es fácil migrar. Si no se ha pasado por la experiencia sólo se puede comprender desde el conocimiento, pero es mucho más que mudarte de un país a otro. Tal como lo describe magistralmente el doctor Joseba Achotegui en su Síndrome de Ulises, comparando la experiencia de la emigración con las desventuras por las que tuvo que pasar el héroe.
Cuando una persona se va a otro país tiene una serie de pérdidas a nivel personal, social y cognitivo muy importantes para su autoestima y su evolución. Pues, voy a contar en pocas palabras mi propia experiencia para ejemplificarlo.
Los hijos de Ana Laura, estudiaron y se formaron en España
Vengo de Argentina, donde ejercía mi trabajo como profesora de Biología en EGB, vivía en un barrio donde todos nos conocíamos, pertenecía a una congregación religiosa que compartía mi fe y mis rituales, mis familiares vivían medianamente cerca, tenía mi casa, mis libros, yo sabía quién era y dónde estaba entroncada mi vida. Los que me rodeaban también sabían quién era yo. Eso da seguridad. Eso es una red social. Saber que podía tener un problema pero llegaba la ayuda de un sitio o de otro.
Cuando te vas a otro país eso no existe, al menos en el primer tiempo. Te vas a vivir a una casa dentro de un presupuesto ajustado, con muebles que no son tuyos, con paredes que no reconoces, en un barrio donde nadie sabe quién eres.
Los primeros seis años vivimos en Galicia, ahora es más sencillo, pero hace veinte años éramos los “nuevos”, “los de fuera”, “los que hablábamos raro”, fue una etapa complicada, nos mudamos muchísimas veces, buscando mejorar en la medida en que nos lo permitía el bolsillo.
Trabajé en el mercado vendiendo pescado, me pagaban 2 euros la hora, pero yo con eso compraba la comida y para mí era gloria bendita. Trabajé en la plancha de un bar, mi hija pequeña iba a la guardería y los mayores al cole. Cada vez que cobraba el sueldo volvía cantando, 300 euros para mí eran maná del cielo.
La homologación de mi título llegó en el año 2006 y pude ejercer como profesora de religión en colegios públicos, entonces tocaba el cielo con las manos. En el año 2007 tuve la oportunidad de conocer las Islas Canarias y fue amor a primera vista. Me mudé y ejercí como profesora de religión hasta 2020.
Tengo la enorme satisfacción de que mis tres hijos han hecho una carrera universitaria, yo pude estudiar otra carrera que es a lo que me dedico ahora. Yo no olvido de dónde llegué, amo la tierra que me vio nacer, pero mi corazón no puede menos que honrar y agradecer la tierra que me acogió y me dio tantas oportunidades.
Fueron tiempos muy duros, cada centímetro conseguido fue logrado a pulso, pero miro atrás y veo los colegios públicos que formaron a mis hijos, la guardería pública que acogió a mi pequeñita con tanto amor, los amigos que fueron formando parte de mi familia, las facilidades para alcanzar metas, etc.
Ustedes lo saben, los emigrantes que no tienen familia cerca hacen una familia suplente con las amistades. ¡¡¡¡ Así que mis hijos tuvieron abuelos, tíos y primos postizos!!!!
En verdad que me siento y soy bienhallada.
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