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Anahí Rodríguez: "Emigrar duele...y duele mucho", hasta cuando es por amor


Cuando nos dan la bienvenida, agradecemos de diversas formas, la cortesía de ser recibidos. En los diccionarios, uno de los formalismos es responder con un “Bienhallados”. Por eso, cada vez que alguien nos diga “bienvenidos” en palabras, gestos o hechos, les responderemos “BIENHALLADOS”, porque será nuestra manera de compartir y dejar constancia de la alegría de nuestro encuentro con el otro, de las propuestas que vamos imaginando, creando y haciendo realidad como inmigrantes que aportamos en la construcción del porvenir de un futuro en común. En esta sección, va la historia de un Bienhallado….

Es una herida abierta por donde se asoman los recuerdos, la tierra, las costumbres, la familia y los abrazos que echamos de menos.

Mi nombre es Anahí Rodríguez, soy mexicana, y migrante por amor.

En el año 2008, cuando el “Dios Internet” lo tuvo a bien, fui flechada con el primer clic que abría una cámara web: me enamoré de un chico canario.

Anahí Rodríguez

En 2013 me encontraba a bordo de un vuelo trasatlántico en víspera de mi nueva vida… no sé si definirlo así, o tal vez tendría que decir que me encontraba en víspera de mi pequeña muerte; como dicen los expertos que sucede cuando vives un gran cambio, lo definen como una muerte chiquita. En mi caso, no fue ni chiquita ni repentina, tras bajarme de aquel avión y pisar tierra extranjera se me hizo más presente la agonía que empezó desde que dejé el hogar materno, solo que a esas horas de la mañana del lunes 18 de marzo, no me enteraba que me estaba medio muriendo, yo solo sentía un nudo en la garganta y una ligera falta de aire que no me mató por completo, pero que estavo torturándome por meses enteros.

No me arrepiento, pues ese fue el caro peaje que tuve que pagar por transitar por una vida diferente: (La muerte) para después poder resucitar por completo.

Hoy a casi 10 años, te cuento el recuento:

A cambio de mi felicidad, tuve que rendirle cuentas a la conciencia, que no estaba contenta con mi visible egoísmo al dejar al terruño con la herida abierta, ese boquete que dejé al sacar mi raíz, al desterrarme en lugar de ramificar. Por eso la conciencia se me insubordinó y se peleó con mi cuerpo que fue víctima de numerosas estocadas a modo de ataques de pánico y de ansiedad, no me defendí, me golpeó hasta que se cansó o hasta que me perdonó, no lo sé, pero por fin me dejó morir.

Sin embargo, resucite entera.

Y ahí estaba, recién nacida en el centro de una isla que me abrazó completa. Después de conocer el doloroso proceso del cambio, fui Bienhallada por un pueblo mágico, de costumbres mágicas. Un lugar en el que me encontré a mí misma para después ser Bienhallada por todos.

Vivo feliz en una ciudad que tiene el mejor clima del mundo, en donde puedo respirar de la cálida brisa del mar o la fresca humedad de los pinos canarios, en la cumbre.

Vivo en una isla, que lejos de aislarme, me ha incluido.

Actualmente llevo una vida estable, trabajo como asesora inmobiliaria y de seguros.

Llevo mis pasatiempos a la práctica, a veces soy actriz en alguna obra de teatro, otras leo mis poemas en algún recital de poesía, alguna vez mis letras también han sido expuestas para que otros las lean.

En Gran Canaria he sido hasta modelo curvi. Lo que quiero decir con esto, es que me he encontrado tanto y tan bien que soy feliz a pesar de los pesares. A pesar de lo innegable y doloroso que es emigrar. De vez en cuando me duele la herida, esa por donde se me asoma la familia que vive en México, pero curo el dolor con un beso y la promesa de que la distancia nunca nos va a distanciar.

La vida hay que vivirla, a veces muriendo poquito, pero para resucitar con más fuerza.

Agradezco mi vida.

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